El Gringo, “una mala” lugar para hacer dieta

29 julio, 2016

El Gringo (2)Lo de Gringo viene porque fue el sobrenombre que le pusieron, más por su “acentou” que por su aspecto. “Acentou” que le lleva a cometer simpáticos errores de lenguaje como por ejemplo el de llamar mala a un lugar. Y lo de la dieta, se explica porque para él, el secreto de una buena hamburguesa está en la grasa. Y se ufana de que prepara la mejor comida yankee en Paraguay. Es decir nada vegana.

La especialidad de El Gringo es la comida americana, en especial la hamburguesa. A pesar de que se formó y trabajó en la gastronomía de alta gama. Anduvo dando vueltas por la ciudad con un carrito hamburguesero (Food Truck), pero hace pocos meses decidió echar raíces en un lugar y encontró un local bien ubicado, no tan pretencioso en donde piensa reunir a los muchos clientes que ya lo ficharon y lo siguen.

En medio de una de sus idas y venidas con el Food Truck, Nelson su gerente vio el letrero “se alquila” en la esquina de Lillo y Motta. “Me gustó el local, es muy abierto, me parecía perfecto, sólo le falta un poco de cariño”, dice El Gringo. “No es muy lindo pero la calidad es siempre la misma”, agrega. Por ahora, tiene una barra circular con asientos en frente y después ubica mesas y sillas en la acera. Entre sus proyectos futuros figura el de acondicionar el pequeño salón con que cuenta y arreglar el patio interior para ubicar también allí, mesas y sillas. “Comenzamos con poco, en lo que más invertimos es en la calidad de comida”.

El secreto de una buena hamburguesa está en la grasa que tiene.

La oferta se limita a una pequeña variedad de hamburguesas, tacos, wrap, papas fritas, cebollas fritas y alguno que otro plato que se le antoja en el momento. Está incursionando ahora en algunos sándwiches con carne ahumada. “Que nadie tiene”, acota. En la parte de atrás del local tiene una parrilla en donde cocina con humo la paleta de cerdo, cuya carne después es desmechada para luego ofrecerlo entre panes. “Todo lo que hacemos es casero, hasta las tortillas, solo compramos el queso y el pan”, dice metiendo otra vez la cuchara.

Su fama se fue cimentando a través de su permanente participación en el Guarará y sobre todo por la feria Paladar, en donde El Gringo fue uno de los locales que mayor venta tuvo. “Fueron tres días de locura, vendimos todo, creo que dormimos solo seis horas. Ahora vamos a estar mejor preparados, tenemos local donde podemos guardar nuestras cosas, un equipo de producción y creo que vamos a andar muy bien otra vez”, anuncia refiriéndose a su participación en la próxima edición de la mencionada feria gastronómica.

Por supuesto, que lo que más vende son las hamburguesas. En especial la Texas Burger, que lleva salsa barbacoa, panceta, queso chedar, aritos de cebolla frita y papas rústicas.  La carne compran de Chorti, en grandes cantidades y ellos mismos molinan y cuidan que tenga el porcentaje de grasa adecuado.

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El Texas Burger, la hamburguesa que más vende El Gringo. Y como él dice: «para que sea rica tiene que tener mucha grasa».

“El secreto de una buena hamburguesa está en la grasa que tiene, el sabor depende del porcentaje de grasa que tiene. Es muy simple, la verdadera hamburguesa americana no lleva nada de galleta molida, huevo, leche, no está muy condimentada. Bastan sal pimienta y la carne”, nos cuenta pero interrumpe la charla para atender a un grupo de americanos, profesores del ASA.

“Ahora estamos teniendo clientes fieles, que vienen dos o tres veces a la semana. Rodolfo Angenscheidt siempre viene, después de cerrar viene a comer acá, André Magon siempre pasa, es un lugar donde los chefs vienen a comer cosas ricas. Quiero un restaurante familiar, tranquilo, donde puedan venir sin problemas, con sus chicos. Yo no quiero jóvenes que solo vengan a tomar, piden una cerveza se quedan horas”.

“Me gusta esto y quiero crecer más. Obviamente quiero poner más cosas en la carta y tener un lugar donde la gente pueda vivir una experiencia de comida americana. Cuando tengamos un buen equipo, quiero empezar a jugar un poco con fusión de cocina paraguaya. En este momento me siento feliz como están saliendo las cosas, el tema es no hacer la carta demasiado grande porque allí se pierde la calidad.»

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Las papas fritas, se sirven al estilo rústico, con la cáscara y todo.

“Aprendí mucho en la cocina de alta gama pero me cansé también, por eso vine a Paraguay para descansar un rato. Es muy cansador trabajar 12 a 14 horas por día, y no tener día libre. Me gustaba eso pero me tenía muy cansado. Además para vivir, San Francisco era muy caro, y no me sobraba mucho para hacer lo que yo quería y abrir un restaurante es imposible. Esto me da más libertad, puedo jugar más con las comidas, hacer  súper hamburguesas, lo que me viene ese día a la cabeza, lo puedo hacer”.

El Gringo cuenta actualmente con siete empleados, abre todos los días desde las 19:00 y los días hábiles cierran a las 24:00 pero los fines de semana abren hasta más tarde. Al mediodía también está abierto porque es la hora en que hacen la producción para la noche. Para el verano, tiene previsto abrir un bar de tragos y reacondicionar el salón con algunas comodidades como aire acondicionado, una pantalla LED y muebles para que la gente pueda quedarse a pasar un buen rato.

EL GRINGO

Erik Jaeger, 40 años, nació en Paraguay. Su mamá es paraguaya y su papá alemán norteamericano. Siendo aún bebé fueron a vivir a los Estrados Unidos y de chico vivió entre Nueva York y Chicago. Pero hacía tanto frío que un buen día su mamá le dijo a su esposo: “Nos mudamos a California o yo vuelvo a Paraguay”. Y ya sabemos lo que pasó. Erik terminó trabajando en grandes restaurantes de San Francisco.

Hace cuatro años, vino al país para el casamiento de uno de sus primos. Le gustó y se quedó. Como decía más arriba,  estaba cansado de trabajar tanto y San Francisco era una ciudad muy cara. Al inicio de su estadía en el país, trabajó durante un tiempo en el restaurante Uva Terra y cuando terminaba su jornada laboral solía ir a comer a Hippie Chic, cuando todavía era un carrito y no el monstruo que es ahora. Allí comenzó a tomar contacto con las comidas rápidas en nuestro país. Pasó a formar parte, tiempo después, de Zen Gastro Bar una buena opción de comida fusión que no prosperó y tuvo que cerrar.

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La Texas Burger, que lleva panceta, queso chedar, cebollas fritas, papas rústicas y una carne con un buen tenor graso.

Erik, tuvo que comenzar de nuevo, pero esta vez, con un proyecto propio. Empezó a participar asiduamente del Guarará, donde enseguida el público lo identificó y descubrió que tenía buena mano para la cocina. Fue allí donde Panza Aguirre le bautizó con el sobrenombre de El Gringo. Poco tiempo después incubó la idea de dedicarse a un Food Track. Anduvo dando vueltas con su camioncito vendiendo hamburguesas por toda la ciudad hasta que se estacionó por un buen tiempo frente a El Poniente, en Montevideo y Palma.

A la gente le gustaba lo que allí cocinaba pero casi nadie volvía, ahuyentada quizás por los cuida coches, y el ambiente de «sexo, droga y rock and roll» que se respira en esa zona de la ciudad. Se cansó otra vez Erik,  de terminar la jornada laboral a las seis o siete de la mañana cuatro cinco veces a la semana. Y el local que encontraron hace unos siete meses le vino como anillo al dedo. Al igual que El Gringo le vino a los carnívoros que ya tienen otra “buena lugar” para comer hamburguesas.

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