Carmen Nogues, una amante del vino

30 julio, 2014

Carmen Nogues 9Se enamoró de él hace unos cuatro años. Le atrajo no solo su aspecto físico, su glamour, su personalidad. Le atrajo sobre todo su historia y antecedentes; cómo y dónde nace y especialmente cómo y dónde se desarrolla. Desde entonces, quiere saber todo acerca de él. Es tan febril la pasión que siente, que lleva puntillosamente anotados todos los encuentros que tienen. Eso sí, es medio veleidosa, porque si bien tiene preferidos, probó y sigue probando, miles de etiquetas,  pero por ventura, ella no es posesiva, porque quiere compartir todo lo que ella experimenta con el objeto de su amor.

En el medio del living de su casa, levantó un pequeño altar, entre cuatro paredes, algunas de ellas de vidrio y a temperatura ideal, no sea que se incomode, el objeto amado.  Ella entra allí, como entrarían a un lujoso vestidor, muchas de las mujeres de su edad. Todo está prolijamente ordenado. Estira una gaveta y aparecen vinos de lo más raro (para nuestros ojos). Algunos se consiguen solo en las bodegas dónde las producen, otros están envasados en botellas Premium, y unos cuántos lucen sus 96 puntos Parker.

Es la sección de los preferidos. En otros compartimentos, están los vinos españoles, franceses, italianos, chilenos y argentinos. Una sección está distribuida conforme a las cepas: merlot, cabernet  sauvignon, shiraz, malbec y así sucesivamente. En un lugar que está más al alcance de la mano se ubicaron los vinos cotidianos, los que se toman en el día a día, sin necesidad de ninguna ceremonia especial.  El altar, que otros le llaman bodega o cava, completa su decorado con una colección de corchos y sacacorchos y decantadores. Hay como 600 botellas para elegir.

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Carmen Nogues, exhibe las anotaciones que puntillosamente lleva cada vez que prueba un vino. Pega las etiquetas, realiza observaciones. Puede verse, lo voluminoso del cuaderno anotador. Tiene varios de esos que ya están completos.

Una maciza mesa de madera domina el centro del living. Fabricada especialmente para reverenciar a Baco, allí ella celebra periódicamente una especie de himeneo con su enamorado,  y permite que los demás disfruten y prueben del fruto de su amor. Cuenta sus experiencias, difunde lo que aprendió de tanto leer libros y enseña a disfrutar de ese amor, que como pocos puede sí durar toda la vida.

Su amor al vino, es un amor de edad madura. Eso no obsta a que tenga algunas veleidades juveniles. Por ejemplo, llevar un diario íntimo, están allí anotados todos los encuentros con el objeto de su amor. Dónde, cuándo, cómo y sobre todo con quién. A veces tiene anotaciones al margen: cómo estuvo de cuerpo, cuál fue la sensación en la boca y cosas por el estilo.

Como esas jovencitas, pega en su diario, a manera de calcomanías o stickers, las etiquetas de los vinos que va probando. Algunos están un poco arrugados, otros lucen impecables y unos cuántos parecen que se hubieran resistido a ser separados de las botellas que las atesoraba. En el caso de un Chateau Margaux, de 3.000 dólares, prefirió conservarlo con botella y todo, menos el contenido. De reojo, pudimos anotar uno de sus últimos encuentros: JULIO 2014, CAMBORIU, Montepulciano D´Abruzo, un italiano de buenos antecedentes.

El diario luce repleto y colmado, en realidad son como varios cuadernos de 200 hojas, que están más gordos que lo que son por la nutrida pegatina de etiquetas. Lo que revela también que mucho vino ha pasado por el paladar de la dueña. – ¿Tenés idea de cuántos vinos ya probaste?. – No llevo la cuenta, mi hígado se va a asustar. – Pero si decimos que son miles, de seguro no nos vamos a equivocar. – Poca gente habrá probado tanto vino en Paraguay.

Ella está casada y convive felizmente con su marido desde hace 25 años. Tiene cinco hijos, tres de ellos casados y los dos restantes, ya grandes, profesionales. No hay nada reprochable en su nuevo amor. Es más, fue el marido, quién la empujó a esa práctica, porque ella no tomaba ni gota de alcohol. En unos de sus viajes recalaron en Chile, y cómo no tomar un vinito en ese país. “Comencé a probar uno, después otro, tal vez me mareé un poco y después fuimos a recorrer unas bodegas y ahí me enamoré de todo el entorno que tiene el vino, cada bodega es muy romántica, cuentan cada  historia y de eso me enamoré”, nos confiesa.

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En un rinconcito de su living, Carmen armó su pequeña bodega, donde almacena mas de 600 botellas, de todas las marcas, vinazos, vinos comunes, vinos raros. De todo un poco.

“A partir de ahí comencé a leer libros, libros, libros de vino y cada vez me apasione mas y después ya comencé a recorrer bodegas. A Mendoza, fui cinco veces, a Chile tres, recorriendo bodegas y como el sueño de mi marido era estudiar gastronomía, le acompañe a la Escuela de Gastronomía Gato Dumas en Buenos Aires. Nos íbamos todos los fines de semana y como allí había también cursos de vino yo hice un curso de cata profesional. Me encantó”.

“Estoy enamorada del vino y de todo lo que le rodea. Yo tengo mi cupo de tomar, a mi me gusta catar, siempre estoy catando el vino,  y lo que quiero es transmitir a otras personas lo que yo siento, utilizando un lenguaje coloquial y sin muchos rodeos.  Si uno quiere puede aprender de memoria las cualidades que tiene el vino y utilizar las mismas palabras que otros usan, esto huele a tal o tal. Eso no me gusta, soy muy sincerota en mis apreciaciones, si no huelo no huelo, no estoy casada con ninguna marca,  yo no soy empresaria de vino, pero todo lo referente a él me apasiona”.

Está muy apasionada por los vinos del Nuevo Mundo, pero eso no obsta para guste también de los vinos españoles. Y es más, en setiembre viajará a Burdeos para conocer las bodegas del lugar, aprovechando la época de cosecha. Nos confiesa que tiene predilección por el Merlot y si bien le gusta probar de todos los vinos, tiene sus preferidos entre los que menciona al Angélica Zapata Merlot, al Trapiche Gran Medalla, un Robert Moldavi y el Pintia.

El Tokay, le impresionó mucho, no así el Chateaux Margaux.  Mencionó también el Sofhenia Synthesis, Los Nobles, Judas, etc.  “A mí me gustan los vinos un poco complejitos, con madera, depende de la ocasión”, dice y aprovechando nuestra presencia nos sirve una deliciosa picada de quesos acompañada de jaleas y sobre la marcha descorcha un vino de la Toscana, un Piccini, Brunello di Montalcino, 2006. Está un poco ajerezado –  comenta mientras hace girar su copa y continua – pero al limpiar el paladar con un buen trago hace un complemento perfecto con el queso. Y tiene razón.

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Prolijamente ordenados, por cepas, por orígen, por calidad. Carmen prueba constantemente vinos nuevos. Le gusta catar y transmitir su experiencia.

Realizó diversos cursos aquí y en el extranjero. Es una de las personas que sin ser una profesional en la materia es una de las que más sabe de ella. Algunos importadores, incluso le envían algunas botellas, antes de lanzarlas a la venta para consultar su opinión.  Pero ella, dice que “todavía le falta aprender mucho, todos los días se aprende algo nuevo”.  Su pretensión no es la de acumular conocimiento, sino de transmitir sus experiencias. Creó hace algún tiempo un grupo en Facebook, Los del Buen Vino, dónde fomenta el intercambio acerca del vino. Tiene un blog en el sitio hoy.com.py y está próxima a terminar un libro, donde relata sus experiencias. Periódicamente realiza catas en su domicilio.

Es una gran viajera, pero sus viajes no son sólo experiencias turísticas, más bien fuentes de conocimiento. En su último viaje al Brasil, le llamó la atención que en un puesto en la ruta donde se venden jugos de frutas, había contiguo al local un viñedo. Se bajó del vehículo entabló relación con el propietario y pudo saber que tenía una pequeña bodega, con pequeños tanques de acero inoxidable donde elaboraban vino.  “Me regalaron un sarmiento de uva de la variedad Niágara que ya planté en mi patio.  Jamás hubiera imaginado que hubiera un viñedo con una pequeña bodega con tanques, fue lindo, otra experiencia”.

Finalmente, deja un mensaje, para todas las mujeres que como ella quieran incursionar en el mundo del vino: “Que sean open mind, que quiten de su vocabulario la palabra no me gusta, que prueben”.

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